Nota publicada en CityLab Latino.
Dicen que solo quieren ‘ayudar’, pero la historia es algo más compleja. Los préstamos informales ofrecen dinero a los latinos que no tienen opción en el sistema bancario, pero lo hacen con intereses que pueden implicar pagar hasta el doble de lo recibido.
Por: Mónica Cordero, Constanza Gallardo, Alma Sacasa.
El libro grande y desteñido de María Ramos, una microempresaria de 64 años de Washington Heights, en Nueva York, registra las peripecias que día a día afronta para sacar a flote su salón de belleza. Esta agenda se ha transformado en su libro de balances. En la portada, una mujer rubia no deja de sonreír, a pesar de las deudas que registran las páginas interiores. Ramos hace pagos semanales, pero la deuda no se aliviana.
Se trata de tres créditos con prestamistas de barrio que suman 14,000 dólares. María Ramos pidió ese dinero a Barbie, Rafael y José María –tres banqueros informales cuyos nombres reales Ramos pidió no publicar–, cada uno con un interés semanal de un 4%.
“No duermo a veces. Me paso la noche dándole mente a la deuda”, aseguró Ramos, sentada en una de las sillas gastadas donde corta el pelo a sus clientas. Ella guarda el libro de balances en la repisa saturada de productos de belleza que sirve de zona de trabajo.
Su salón de belleza tiene poco lujo. Su mobiliario es una banca de madera, un par de sillas de oficina y cinco secadores de cabello al estilo casco espacial. En una esquina, dos ollas de hojalata y una hornilla eléctrica sirven para calentar el agua para lavar el cabello de las clientas.
¿Cuánto debe? Hace cuentas mentales. Titubea. Dice que no está segura del saldo actual. Hasta que, para que la gente alrededor no se entere, señala en silencio hacia una página con la cifra y dice que para mediados de abril “esto era”.
Para esa fecha, le quedaban por saldar 10,800 dólares. Había pagado solo una tercera parte de la deuda, abonando unos 2,600 (sumando sus cuotas semanales) durante 2016. Si hubiera tenido la opción en ir a un banco, pagaría una cuota de unos 300 dólares mensuales.
El pago de intereses la está matando. En un año, ha pagado 208% de interés a dos de sus banqueros informales, mientras al otro un 156%. “Hablé con los prestamistas para hacer un arreglo”, dijo la peluquera de origen dominicano. Ahora le cobrarán una tasa del 3% semanal y menos abono al principal para bajar la cuota mensual.
Cuenta que levantó su negocio hace tres décadas y que los banqueros del barrio son quienes siempre han financiado su emprendimiento. Solo una vez solicitó a un banco un préstamo, pero se lo rechazaron porque no tenía un historial crediticio que la respaldara.
“Pedí un préstamo de 10,000 dólares, pero lo que me ofrecieron fue una tarjeta de crédito por 7,000 dólares. Se me fue en este local en gastos del negocio … Le quedé mal al banco por la situación que me ha ido envolviendo”, dijo. Ella usó todo el disponible de crédito de la tarjeta y nunca pagó porque los prestamistas ejercían mayor presión que un banco.
Su historia evidencia el papel y poder de un mercado financiero que opera en la clandestinidad de los barrios de inmigrantes de ingresos bajos. Los prestamistas de barrio le han dado a Ramos créditos que van de los 2,000 a los 35,000 dólares. Siempre ha pagado, dice.
Otros casos reportados a la organización Neighborhood Trust –que capacita a personas de bajos ingresos para participar en el sistema financiero estadounidense– muestran que un individuo puede llegar a obtener hasta 900,000 dólares con un prestamista informal.
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